La crisis económica mundial
que se ha ido desarrollando en la primera década del siglo XXI ha sembrado la
interrogante de si es necesario pensar en una vía alternativa al capitalismo, o
se puede proseguir por ese camino que ha traído muchos tropiezos esperando que
ya no vuelva a suceder. En realidad, el curso que se está tomando después de la
crisis sugiere que se llevará a cabo la segunda opción.
La crisis financiera que
estalló más marcadamente en el 2007-2008 vino a representar la ruptura en la
acumulación más larga que comenzó a finales de la segunda guerra mundial.
Chesnais (2008) asegura que este hecho no es algo secundario, pues fue lo que
facilitó considerablemente que la etapa de la globalización encontrara un
acomodo mundial y que marcara una época particular en la liberalización y el
comercio.
Esta crisis, más que
afectar profundamente al sistema, vino a poner en duda el lugar de la potencia
hegemónica: los Estados Unidos estuvieron
en el origen de la mundialización del capital contemporáneo y fueron en gran
medida los arquitectos del correspondiente régimen institucional. Pero ahora ya
no son más que uno de los elementos constitutivos centrales, uno de los polos,
pero no el único (Chesnais, 2008, p. 73).
El crecimiento de los
países emergentes en Asía, específicamente China, han surgido también como
parte de este proceso. Tamames (2008) asegura que para 2032 China será la
primera potencia mundial en cuanto a la producción del PIB, aunque aún necesita
resolver su problema energético para poder continuar por esa vía. Y es que es
evidente que el sector energético en la actualidad juega un papel importante para
poder asegurar el crecimiento económico de los países algunos años más, y más
aún cuando nos encontramos ante problemas ambientales que amenazan esta pauta
si no se presenta una solución. De ahí el surgimiento del denominado
capitalismo verde o economía sustentable, que si funciona de manera adecuada,
puede asegurar la preservación de los recursos y ayudar al mantenimiento del
crecimiento económico mundial.
En realidad, más que pensar
en la caída de un sistema, se debe plantear una transformación de una
globalización más equitativa, que deje de engrandecer la brecha entre países
ricos y pobres, y pueda asegurar el desarrollo de todas las naciones por igual,
incluyendo a los países africanos en este proceso.
No hay más remedio que seguir la globalización, sin volver la vista
atrás, pues si lo hiciéramos, como le sucedió a la mujer de Lot, Edith, nos
convertiríamos en estatua de sal (Tamames, 2008, p. 97).
Bibliografía
CHESNAIS, François (2008) El fin de un ciclo. Alcance y rumbo de la
crisis financiera. Revista Laberinto no. 26-27 / 1er y 2o cuatrimestre de 2008.
TAMAMES, Ramón (2008) En torno a las Siete vidas del gato. El estado del
capitalismo global. (Entrevista de Antonio G.González). II Seminario Atlántico
de Pensamiento. España