Durante la reestructuración planteada en el periodo siguiente a la
segunda guerra mundial, el tema de la liberalización se presentó como la
solución que levantaría a los países afectados y articularía a las economías
para poder avanzar en un ambiente de paz y estabilidad. En este proyecto se
tenía incluido a los países que apenas comenzaban a “emerger”, países en vías
de desarrollo cuyo sistema económico y financiero no tenía la solidez en la que
se encontraban los países industrializados.
La liberalización de los mercados se dio a través de la instauración de
organismos internacionales que ayudarían a propiciar este objetivo. A partir de
ese momento, la apertura de los mercados se volvió una particularidad innata de
la globalización actual. Sin embargo, como lo menciona Stiglitz (2003), la
liberalización fue propiciada a pesar del hecho de que no existen pruebas de
que estimule el crecimiento económico.
Es verdad que el proteccionismo
generalizado a menudo no ha funcionado en los países que lo han aplicado, pero
tampoco lo ha hecho una rápida liberalización comercial (Stiglitz, 2003, p. 56). A pesar de ello, tenemos un ejemplo claro dado
por Estados Unidos en el siglo XIX, cuando las empresas nacionales comenzaban a
crecer, el Estado desempeñó un papel crucial y moldeó la evolución de la
economía. El Gobierno Federal comenzó a regular el comercio, el sistema
financiero y promovió algunas industrias; en la actualidad el escenario no es
muy diferente al ya mencionado, la única diferencia es que en una economía globalizada
carecemos de un Estado que pueda dar dirección al asunto, Stiglitz (2003) lo
denomina Gobierno global sin Estado
global.
Desde mi punto de vista, y con las pruebas históricas que ya hemos
contemplado, un mayor liberalismo no es la solución para poder salir de la
crisis actual. Antes por el contrario, la libre movilidad de capitales
financieros ha sido una vía que ha propiciado la expansión de esta crisis, la
cual corre de los países industrializados hacia los que se encuentran en vías
de desarrollo. Más bien, lo que se debe revisar es poder resolver la crisis de
manera interna, como se hacía en el momento que encumbraron las principales
potencias mundiales, para posteriormente ceder el lugar a una apertura
comercial entre países con una economía y un sistema financiero firme.
Ante ello, los países en desarrollo, que al parecer han sido los más
afectados, deben contar con una política
económica eficiente que les ayude a salir de esta crisis por sus propios
medios, apoyando a la industria nacional para poder fortalecerla y en su
momento, lanzarla al exterior (pues no negamos los beneficios que se encuentran
con el adecuado manejo de la economía internacional) con una mayor madurez para
poder competir con los demás países. Esta tarea no es nada fácil, sin embargo,
el camino que se está tomando no ha tenido los resultados esperados, por lo
cual es importante hacer una pausa y concientizar acerca de lo que se quiere
lograr y a donde se quiere llegar. Concluyo con el comentario presentado por el
premio Nobel de economía, Joseph Stiglitz:
Queda crecientemente claro no sólo para los
ciudadanos corrientes sino también para los que elaboran políticas, y no sólo
en los países en desarrollo sino también en los desarrollados, que la globalización
tal como ha sido puesta en práctica no ha conseguido lo que sus partidarios
prometieron que lograría... ni lo que puede ni debe lograr. En algunos casos ni
siquiera ha generado crecimiento, y cuando lo ha hecho, no ha proporcionado
beneficios a todos; el efecto neto de las políticas estipuladas por el Consenso
de Washington ha sido favorecer a la minoría a expensas de la mayoría, a los
ricos a expensas de los pobres. En muchos casos los valores e intereses comerciales
han prevalecido sobre las preocupaciones acerca del medio ambiente, la
democracia, los derechos humanos y la justicia social. (Stiglitz, 2003, p. 62)
Bibliografía
Stiglitz (2003) El
malestar en la globalización. España: Punto de lectura
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